La humedad no es algo normal ni algo que deba estar en todas las casas. No por vivir en una zona con ríos o mares cercanos hemos de aceptar que tendremos que vivir siempre con humedad. La humedad afecta a nuestro ánimo, a nuestro salud, estropea muebles y ropa y nos machaca la piel. Empeora los procesos asmáticos y también hace que los que sufren dermatitis lo sufran más.
Es por ello que tener humedad es el principal motivo por el que cambiarse de piso si vives de alquiler, pero, ¿y si vives en la casa que has comprado? En esa situación, tienes que reparar la humedad. Y hay que tener cuidado. Es muy común creer que la humedad se irá o dilatar el proceso de reparación, dejándolo para otro día. Pero cuanto más tardes en arreglarla, más cara será la reparación.
La humedad se produce por varios factores. Puede subir por capilaridad a través de la estructura desde aguas subterráneas, por filtraciones de lluvias o fugas de agua, pero la más común es por condensación. Si el agua entra en tu vivienda pero no puede salir bien, se acumula, carga el ambiente y viaja a tu cuerpo. El más común es por condensación, que indica que la construcción de la casa es deficiente y hay que tomar medidas.
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Eliminar esa humedad requiere un análisis de tu vivienda y una reparación para permitirle que respire. En algunos casos, se puede instalar una máquina para facilitar esta respiración, pero lo ideal siempre es renovar ventanas y rehabilitar tu fachada para que casa pueda respirar bien y no trague tanta humedad.
Esta reparación supone un coste, pero es uno muchísimo menor a permitir que la humedad siga entrando y entrando en tu casa. Y abriendo las ventanas no conseguirás nada, porque la humedad seguirá acumulándose.
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